Recuerdo lo que contenían los cajones, que albergaban una especie de precipitado de nuestras vidas: correas de perro, guirnaldas de Navidad, pelotas de golf y naipes, el ángel alemán, el cortapapeles con el que el primo Timothy se había apuñalado, el tintero de cristal y las llaves de muchísimas puertas ya olvidadas. Era un recordatorio poderoso.

 

La cómoda.

Cuentos de John Cheever.